lunes, 15 de junio de 2020

Vivir entre barras.

Foto propia.

Este poema ha sido escrito íntegramente en el confinamiento. De hecho, empecé a escribirlo el 28 de abril y hoy lo doy por acabado. Sin querer profundizar mucho en él, quiero guardarlo ya y ponerme con nuevos proyectos. 

 Es un poema tridecasílabo (13 sílabas) con una estructura repetitiva tal y como he vivido estos meses atrás. Así, las rimas son repetidas constantemente cada dos estrofas y, a su vez, creo que no hay mejor número de sílabas para (des)escribir un poema realizado en este tiempo.


Vivir entre barras. 

¿Y cómo escribir sin pensar en lo que vives?

Alejarme de tus rezos y de homenajes; 

de las mentiras, de los errores y horrores, 

también de aquellas sombras que se vuelven luces. 

 

Domar a los caballos sin halar las crines

es como escribir mirando solo los fines.

Volar a ras de suelo con viejos patines

es escribir sin pensar aquello que vives.

 

¿Y cómo te explico que mi ocio es sedentario?

Vivir recluso es lo mismo que solitario 

y el mal menor seguirá siendo voluntario.

En mi ocio nada ha cambiado: ¡mi poemario!

 

La tristeza de borrar un verso, el calvario

de distraerse con todo el abecedario 

y que fallen sílabas o vocabulario.

Bañarme en la poesía: ¡mi balneario!

 

¿Y cómo no caer en la desesperanza?

Escribir es bailar con las letras, es danza.

Vivir entre barras y sellar una alianza.

Es Temis equilibrando nuestra balanza.

 

Los sapiens entre naturaleza y finanzas

y creer en la madre tierra y su venganza.

Los poemas son tus amigos de confianza

que con el tiempo los lloras con añoranza.


¿Y cómo te puedo explicar mi disciplina? 

La paciencia hace de una gran pila alcalina.

Yo aplaudo raudo al teclado a ver si ya atina;

los ojos cerrados, rimas en la retina.

 

¿Y cómo se explica lo que escribiendo sientes?

Mírame, aquí ya muchos no son suficientes.

No puedes guardar ni una palabra entre dientes.

El corazón late por los versos siguientes.


En un agrio mundo completo de impacientes 

la poesía da al que la lee aliciente 

a despertarse en un mundo con medio ambiente

donde pensar es nadar a contracorriente.


viernes, 22 de mayo de 2020

Memorias de un interino: capítulo 1.


Hoy voy a publicar mi segundo post de <<Memorias de un interino>>, la nueva sección de este blog, visita el Capítulo cero para saber de qué va esto.
Foto propia.
Capítulo uno.
Después de esos dos cursos (2016-2017 y 2017-2018) en el dique seco, vuelve la fiesta y parece que se queda. Curso 2018-2019.
Recuerdo a finales de enero de 2019, estando en la provincia de Cádiz, como la directora del centro en cuestión, justo después de una acalorada riña a un alumno durante un recreo, se nos acercó a mi compañera de sexto y a mí, que era tutor de quinto, para explicarnos que en nuestra clase en ese curso no iba a repetir nadie. Y así, por primera vez, me di cuenta como era la política educativa.
No es nada que se haga desde los despachos y los maestros lleven a cabo, si no es algo que se hace, de manera irremediable, con la finalidad de pasar otro día más. Calmados. La ausencia de problemas, en este caso, evitar complicaciones al que viniera detrás y seguir adelante. Sin atender a los criterios de repetición de curso o de si eso es una medida pedagógica útil, que eso es otro debate. Lo interesante de esto es como la directora desde su despacho, con la presión de la administración, te puede gestionar el aula de 25 alumnos a su merced, tanto es así que, a un alumno propuesto por mi compañera de sexto para repetir, le aprobarían inglés para que pudiera pasar de curso. Literalmente. Dicha propuesta recomendada desde la directora, por supuesto. Y todo esto gestionado y hablado durante dos minutos en un recreo. Luego dicen que las cosas de palacio van despacio.
Días después, en ese mismo colegio, se fraguó 'La vacante más corta de la historia'. En resumen, yo iba a cubrir un embarazo hasta final de curso, pero ella también era interina. Así que, ni corto ni perezoso, el tribunal médico dio de alta a la titular de la plaza y nos mandó de un salto a los dos interinos a nuestra casa y a la titular a la clase. Tan inaudito como inesperado. Para ver el efecto de esta decisión administrativa (no sanitaria, ni académica), nos podemos fijar en lo que le ocurrió la interina que estaba de baja por embarazo, a la cual cubría yo, pues ella también tuvo que aceptar un alta voluntaria, para, posteriormente, entregar una nueva baja al siguiente colegio el primer día que le fuese otorgado. Alargando la sustitución en cuestión. Burocracia. Por mi parte, aún sigo esperando cobrar esos 45 minutos que nadie sabía que estaba ocurriendo, pero yo estaba en clase.

La despedida fue un tanto amarga, puesto que tuvo que hacerse en 10 minutos. No obstante, mi varapalo no es justificable al que sufrieron esos alumnos de quinto: la cuarta tutora en seis meses. Llegarían a tener cinco, pues tres días después la titular volvió a darse de baja. Esto es lo que ocurre cuando las altas se ejecutan por carta. Al fin y al cabo, luego con cuatro velas y dos clases de malfulness nos las damos todos de educación emocional, con lo fácil que sería tener en cuenta que los alumnos también son personas.
Hasta aquí el Capítulo uno de <<Memorias de un interino>>. Espero que esto acerque a la profesión docente y evoque más empatía. Se conozca la figura del interino, que, por cierto, para serlo pasamos exactamente las mismas pruebas que un funcionario en carrera. Siendo sincero, esto también lo hago para mí: para que no se me olvide de lo que es ser interino.

P.D. Soy un defensor de la escuela pública de todos y para todos. Me he encontrado profesionales auténticos en todas estas aventuras. Sin duda, creo que el funcionamiento de la escuela pública es casi excelente. Sin embargo, lo que reclamo con estos post es una visión social más positiva de los maestros y sobre todo más empatía con el maestro interino.

jueves, 14 de mayo de 2020

Nadie.

Esta vez traigo un texto que empecé en 2018 (o antes...). Estaba guardado en una vieja carpeta. De hecho, a veces he rescatado de él alguna frase para otros escritos... La agonía, la tristeza del azar, la incertidumbre del bien expuestos en letras.

Nadie.
“Cuando paguemos el oxígeno que respiramos mediante un impuesto durante tres generaciones con la excusa de que hay que tratarlo porque está demasiado contaminado; a la cuarta generación será imposible convencerla de que el oxígeno debe ser gratis. Y que una vez lo fue.”
Foto propia.
Pensamientos estrellados en el cerebro a modo de explosiones espaciales. Uno tras otros y otros tras otros, hasta que crean órbitas celestiales. Marcos incomprensibles de voces que proliferan en la mente.
Mentiras repetidas que vacían toda coherencia de tus acciones. Verdades a medias que terminan por crear colapsos en tus decisiones. Ajetreos, prisas y titubeos llenan el mundo superficial en el que vivimos.
¿Qué hay de real si todo es pensamiento? ¿Por qué te sientes vació a pesar de todo lo que tienes? Vagar por la mente mientras sientes que las horas pasan. Pasan y pasan. El tiempo no es nuestro, aunque nosotros lo hemos creado. No nos pertenece ni el ayer ni el mañana, ni el hoy. Buscas controlarlo, pero, al final, te alcanza. ¿Quién marca la hora? ¿Quién marca el calendario? Preguntas sin respuesta que te llevan a más preguntas. Respuestas que exaltan su ausencia por más ahínco que pongas en su búsqueda. Tan perdidas como esas niñas que aparecen cada ‘x’ meses. En la tele. Y nos entretienen, hasta que una nueva vuelve a desaparecer… o aparecer.
Si los actos condenan a los que los cometen, la indiferencia nos mata a todos. Nos catapulta lejos del sosiego. La importancia está en el lugar, no el cómo. Tu posición en agua de nadie, donde nadie te insulta, donde nadie te aplaude, donde nadie mira, es en esa posición donde reside Nadie. ¿Ese eres tú? Alejarse del que discute y acercarse al que asiente. Los momentos incómodos dejaron de existir, el placer prima por encima del riesgo. Mentir ya es un disfrute para el que miente. Vivimos más pendientes de indicar al vecino que seguir nuestro camino.

Miradas cómplices en lugares hostiles para mentes indóciles. Escritos que suenan como vientos enamorados. Palabras que se inscriben en la mente. Designios que mecen la armonía, desmereciendo explicaciones. ¿Qué espero?

martes, 28 de abril de 2020

¿Llenar el vaso o encender el fuego? Parte 2

Parte 2 del comentario crítico sobre (antes deberías leer la Parte 1)
¿Llenar el vaso o encender el fuego? Viejos y nuevos riesgo de la acción educativa. (José Antonio Ibáñez-Martín, 2010).
En la entrada de hoy voy a intentar dar respuesta a las preguntas que me hice en la anterior y quedaron sin responder. Recuerdo que ya se respondió ¿qué hace el docente en el aula? Ahora pasamos a ver ¿qué hacen los estudiantes? Y ¿qué esperan el docente y los estudiantes del otro?

¿Qué hacen los estudiantes?
Vidrio Fuego Caliente - Foto gratis en PixabayCompartiendo su opinión, la mayoría, en definitiva, acuden a conseguir trabajo. Hoy día, la práctica en las aulas, indudablemente, es acerca de negocios. Por el contrario, debería alejarse de esto y, sobre todo, enseñar el “saber estarque permita al sujeto ser adaptable y autónomo, capaz de aprender por sí mismo lo que necesite para llenar su vida de sentido. Aun así, la concepción que prima en la sociedad es la que apoya esta adaptación del sistema educativo al mercado laboral, vertiginosamente cambiante, basándose en que será común cambiar de empleo hasta tres veces en nuestra vida activa, según se mantiene desde los sectores más liberales. No obstante, estos cambios de empleo, a buen seguro, no serán porque los trabajadores tomen la decisión propia de hacerlo, sino por obligación (Hirtt, 2003).
Más adelante, otra de las grandes preguntas que quiere dar respuesta este artículo es
¿Qué espera el docente de los estudiantes?
Es interesante la propuesta del ‘arco IRIS’ que nos ofrece Ibáñez-Martín (ver Interés, Reflexión, Incorporación y Superación en el alumnado), pero, en mi opinión, considero que el hecho de esperar que el estudiante logre tales acciones les exige demasiada responsabilidad. No debemos esperar más allá que lo que el estudiante pueda ofrecer, pues es asunto nuestro el proponer todas las condiciones para facilitarle el máximo crecimiento personal. Sin embargo, sí comparto que en el imaginario social sobre la profesión educativa esté el esperar que nuestros alumnos tengan buenos modales, pues sabemos de la dificultad para alcanzar ciertos conocimientos técnicos o profesionales, en cambio, lo ético debemos querer transmitirlo a todos los estudiantes que pasen por nosotros.
¿Qué esperan los estudiantes del docente?
Se espera, sin duda, que sepa individualizar la enseñanza dentro de un colectivo, teniendo en consideración, por supuesto, a ese colectivo. En este sentido, compartiendo la opinión de Gimeno (2005), el reto del maestro debe estar en investigar sistemáticamente la cultura que ofrece para no caer en el error del fracaso cultural, que nos conlleva inevitablemente al fracaso escolar. El fracaso cultural se da cuando lo que ofrecemos desde la escuela es improcedente y carente de sentido, dado la contemporaneidad de la época. Así, ambos fracasos unidos provocan el fracaso de la escuela como institución educativa, social y cultural. De hecho, según Armando (1987), desde el colegio se ha trabajado para conseguir un “producto final” sin conexión con sus experiencias previas. Para evitar que se produzca este tipo de situaciones debemos tener en cuenta la socialización. Esta se produce en múltiples sitios, en mayor medida en las actividades extraescolares, transmitiendo rápidamente lo que se denomina “cultura social”, que es más cercana a los intereses de los alumnos que lo que la escuela les aporta diariamente; la “cultura escolar”, provocando así un divorcio entre ambas. Para terminar, recogiendo palabras del propio autor del artículo, debemos tener en cuenta que todos los maestros son maestros de humanidad, quieran enseñarla o no.

Lee, duda y escribe.

miércoles, 15 de abril de 2020

Chocolatinas.


Un poema con una estructura peculiar. Exigió un gran esfuerzo construir este poema, fue un reto.
El miedo, la esperanza, todo convergen en un escaparate que mostramos al mundo. Todo endulzado con Chocolatinas

Chocolatinas.

La sociedad nos pierde entre esperas y paredes.
Los mensajes más largos son leídos en Tinder.
Las amistades ya se han perdido, ya no hay sedes
y los restos por miedo se han ido a esconder.

Los secretos ya no se guardan, solo se venden.
El placer corrompido por nuestra dejadez.
La paz la niegan los creadores del Edén
y el rey está sin poder como en el ajedrez.

El apocalipsis me promete que se va.
Los despistes no dejan ninguna alternativa.
El final se ha perdido sin copia de albarán
y la preocupación vive del que dirán.

Las despedidas tan solo fueron despedidas.
La maldad humana es la conciencia de la vida.
El olvido abraza mientras culpa a escondidas
y las gracias huyeron por no ser bendecidas.

El remedio de mí ya es demasiado dramático.
El nudo que deshiciste me hizo ver mi rumbo.
El cielo quiere ser visto: tú y yo o no me tumbo
y las estrellas no me hacen faltan, es automático.

La victoria cuando la derrota no está en juego.
La felicidad no cree en risas para luego.
Los días están llenos de costumbres y esperas
y las sonrisas duelen y no son duraderas.

El futuro para mí ya no será halagüeño.
El partido a partido o mejor el año a año.
Las ovejas demasiadas; yo can del rebaño
y el sistema insiste, mas solo ellas hacen daño.

Las lágrimas no son lo que cae, es lo que dejo.
La tristeza vista en ambos lados... del espejo.  
El miedo siempre cerca por más que yo me quejo
y la tranquilidad sigue siendo un mero reflejo.

Los celos se mantienen todavía en la esquina.
Las conversaciones tapadas con brillantinas.
Las mentiras son piadosas, tal dijo Sabina,
y el goce solo son vulgares chocolatinas.

La distancia crea poemas que te poseen.
La soledad trae viejos sentimientos agrios.
La vida con la edad se transforma en un calvario
y las quejas no me sirven, queréis el cien... ¡qué os den!

viernes, 3 de abril de 2020

¿Llenar el vaso o encender el fuego? Parte 1


El siguiente comentario crítico lo he dividido en dos entradas para amenizar su lectura. Si quieres el texto original, háblame en privado.
Parte 1 del comentario crítico sobre
¿Llenar el vaso o encender el fuego? Viejos y nuevos riesgo de la acción educativa. (José Antonio Ibáñez-Martín, 2010)
Es evidente que tenemos la necesidad de repensar la acción educativa como un proceso de importancia vital en el desarrollo individual de las personas. Debemos reconocer que, como nos dice Gimeno (2005), la educación nos dota de habilidades para relacionarnos con los demás. Nuestros comportamientos con el resto de sujetos van influenciados según la educación que se tiene. Asumir esta realidad le otorga un carácter social y civilizador a la educación, ya que su posición también se encuentra en la mediación de las relaciones sociales.
Así, para proseguir esta reflexión partiremos de las preguntas de Gusdorf (1969) y de Steiner (2004), pues es realmente útil para dilucidar dichas interrogativas educativas: ¿Qué hace el docente en el aula? ¿Qué hacen los estudiantes? ¿Qué espera el docente de los estudiantes? ¿Qué esperan los estudiantes del docente?
En esta primera entrada, vamos a adentrarnos en la primera pregunta cuya reflexión me parece la más interesante. En la siguiente entrada nos adentraremos en las otras cuestiones.
¿Qué hace el docente en el aula?
Me parece esencial quedarnos con la cita de Aristóteles: “la causa final era la primera intención”. De hecho, no hay mayor verdad que lo que el maestro va a hacer en un centro de educación es educar. No obstante, debido a los problemas de significados o los problemas de indagación por parte del profesorado, perdemos nuestro quehacer de vista. Resulta que la enseñanza de una materia no es el objetivo del maestro, en tal caso, podríamos estar de acuerdo que el objetivo es conseguir que aprendan, que es muy distinto. Aunque, compartiendo el pensamiento de Furedi (citado en Ibáñez-Martín, 2010), lo que deberíamos hacer o, mejor dicho, pedir, es que los estudiantes estudien, pues “las ideas complejas no son aprendidas, sino estudiadas.”  
En cuanto a los problemas de significado, manifiesta Fernández Sierra (2011) que dentro de cualquier concepto subyacen diferentes definiciones para cada individuo que, cuando reflexiona, no se cuestiona si coinciden los significados, otorgándole el que estima oportuno. Por esta razón, se ha conseguido evitar un debate sobre educación que profundice en cuestiones de mejora. Esto, sin embargo, siempre ha favorecido al poder político y económico, pues los debates han estado en manos de sus propias definiciones.
Es así que no podemos limitarnos a enseñar o adiestrar, aunque ello suponga progreso individual y colectivo, sino que debemos buscar unas condiciones óptimas para que lo que proponemos sea, además, educativo. Esto implica ciertas consideraciones, unas fácil de resolver, como muestra Ibáñez-Martín (2010), y otras no tanto. La dificultad radica en quién define los conceptos más problemáticos, quién dice qué es bueno o malo. Sin duda, esto conlleva un debate más profundo del que se tiene. En este sentido, he de mostrar mi inconformismo con Ibáñez-Martín (2010) cuando alude a que “el poder público (…)  pretenda arrogarse al derecho de los padres sobre la educación moral de sus hijos e imponerles unos valores en los que claramente no hay unanimidad social, es francamente intolerable.”  Resulta que esta afirmación no completa mi postura ante el mismo hecho, el cual considero como Rousseau (s/f, citado en Gómez Llorente, 2000), que manifiesta que imponer una moralidad debe alejarse de las edades tempranas, donde la diferencia entre realidad y ficción, entre bueno y malo está por desarrollarse y debiera hacerse “lejos del temor a sanciones terribles e inapelables”.  Cabe destacar que, no imponer uno valores morales o religiosos, no es sinónimo de no enseñarlos, cuales rodeen o provoquen dudas en el aprendiz, puesto que el conocimiento de nuestra historia y cultura no se comprenden sin su consideración. A fin de cuentas, como señala Ibáñez-Martín (2010), las dificultades mayores están en el contenido y en la forma.
Ahora bien, no comparto el símil que nos propone cuando alude a que el ser humano no nace en la plenitud, sino que esta avanza al descubrir lo verdadero. Prefiero quedarme con que el ser humano nace pleno, pero falto de consciencia y es en su proceso educativo el que le permitirá tener un desarrollo mayor de sus virtudes.

Bibliografía.

Armando, L. (1987). Educación física de calidad o mentiras en cantidad. Educación Física y Deportes, 9, pp.39-46.

Fernández Sierra, J. (2011). Formar para la economía del conocimiento vs educar para la sociedad del conocimiento: una visión desde la pedagogía. Málaga: Ediciones Aljibe.

Gimeno, J. (2005). La educación obligatoria: su sentido educativo y social. Madrid: Morata.

Gómez Llorente, L. (2000). Educación Pública. Madrid: Ediciones Morata.
Gusdorf, G. (1969). ¿Para qué los profesores? Madrid: Editorial Cuadernos para el diálogo, p. 53. En la traducción española no se incluyó la segunda parte del título original.
Hirtt, N. (2003). Los nuevos amos de la escuela: el negocio de la enseñanza. Madrid: Editorial Digital.
Ibáñez-Martín, J. (2010). ¿Llenar el vaso o encender el fuego? Viejos y nuevos riesgo de la acción educativa. Centro de formación del profesorado.
Steiner, G. (2004). Lecciones de los Maestros. Madrid: Siruela, p. 173. Este libro se publicó originalmente en inglés el año anterior con el título Lessons of the Masters.

domingo, 22 de marzo de 2020

Celos.


Antes de que leáis mi poema, os dejo con unos versos de José Martí, dice así:

¿Qué importa que tu puñal
se me clave en el riñón?
¡Tengo mis versos, que son
más fuertes que tu puñal!

¿Qué importa que este dolor
seque el mar, y nuble el cielo?
El verso, dulce consuelo,
nace a un lado del dolor.



Celos.

Marcan las en punto en el reloj de arena.
He quedado con ellos en el bar de arriba.
No los veo desde que, con más gloria que pena,
los despedí, pero están aquí con su diatriba.

Sigo siendo reo de la vida o de mí mismo.
No me gritéis – les grité, mirando al abismo.
Sin esperas, me respondieron con certeza
de que el fantasma que veo está en mi cabeza.

Sigo tan inerme antes todas vuestras armas,
sigo acomplejado ante la competencia.
Sin fuerza ni esperanza a que suenen alarmas
que me despierten de mi agónica conciencia.

Tan agobiado, tan contrariado por ser yo.
Mi ego oculto espera luz como agua de mayo,
con la suspicacia del que sabe que va a perder
y ya no tiene nada más que repetir el ayer.

Sopeso si soy yo parte de un cuento ficticio
del que no se pueden cambiar los diálogos.
Me dirá que el tiempo se llevó el beneficio,
que nos mató, que nos ató y desató otros halagos. 

Conservo pensamientos del moro de Venecia:
temo un futuro incierto que me desprecia.
Presencio, sin vacilación, vileza en cada peripecia.
Difícil vivir como yo; con una mente tan necia.

Nací culpable, ni me juzguen; no pedí comprensión.
Sé que el mundo se cae y no soportan a los que son
como yo. No me molesta ver el vaso medio vacío,
me molesta querer como propio, lo que no es mío.

La inquietud del miedo es mi ansiedad constante;
luchar por luchar, pero todo se va en un instante.
En mi cabeza una alarmante 'Eco'; ya la sufrió Hera,
siempre castiga con una mentira que se prolifera.

No veo nada de franqueza en las relaciones,
siento que ocultamos todas nuestras tentaciones.
La delicadeza desaparece cada paso adelante
como una explosión aparece al pulsar el detonante.

No cuento las veces que la malpienso,
porque saludar con dos manos no es costumbre.
La Policía del Pensamiento me tiene en la cumbre.
Quema poco a poco, como las varillas de incienso.

Tengo tanto miedo a las distancias largas,
a dejar de creer en ella y seguir creyendo en Judas,
a mirar en el espejo y solo ver caras amargas,
a volver a creer en dios por tener tantas dudas.

Algo falla si los que engañan son los amantes.
Soporté en silencio ahogarme en mares de infieles,
soporté saber que ellos son los más abundantes.
Quiero poder confiar y no mantas echas de pieles.

Y yo que reflexiono, soy monógamo hasta el diente;
hubo una vez que… me caí al precipicio de frente.
Sociedad me hizo a su imagen y semejanza,
balanceé la moral y ahora quiero la moral en la balanza.

Iba a ser un diálogo, pero os doy mi suspiro,
sin pedir clemencia por estos ruegos:
lo plasmo en cualquier papel a falta de papiro.
No importan los detalles, no importan los egos
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Cerraré esta entrada como la empecé, con José Martí:  

¡Dolor! ¡Dolor! Eterna vida mía.

Yo, —embriagado de mis penas, — me devoro,
Y mis miserias lloro,
Y buitre de mí mismo me levanto,
Y me hiero y me curo con mi canto,
Buitre a la vez que altivo Prometeo. —